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Ettore Scola: el cronista del alma italiana

Ettore Scola fue mucho más que un director de cine: fue un fino observador de la sociedad italiana, un cronista sentimental que supo retratar con humor, melancolía y lucidez las contradicciones de su tiempo. Nacido en 1931 en Trevico, Italia, y fallecido en 2016, Scola dejó un legado cinematográfico que combina compromiso político, sensibilidad humana y una notable capacidad para narrar historias íntimas con fondo social. Desde sus inicios como guionista en la década del cincuenta, Scola demostró un talento especial para el diálogo y la construcción de personajes complejos. A lo largo de su filmografía, Scola abordó temas como la lucha de clases, el paso del tiempo, el desencanto político y la evolución de los vínculos familiares, siempre con una mezcla sutil de ironía y ternura. Su estilo visual, aunque sobrio, se adapta con precisión a cada historia, y su narrativa fluye sin estridencias, dejando que los personajes y sus dilemas respiren en la pantalla. Scola perteneció a una generación dorada del cine italiano, junto a Fellini, Rossellini, Antonioni, De Sica y Visconti, pero encontró una voz propia, más cercana al realismo irónico y a la tragicomedia. A diferencia de otros contemporáneos más estilizados, su cine apunta directamente al corazón, sin descuidar la reflexión crítica. Ettore Scola filmó hasta el final de su vida, incluso dedicó su última película (Qué extraño llamarse Federico, 2013) a su amigo y maestro Federico Fellini. Su obra sigue viva porque interpela no solo a los italianos, sino a cualquier espectador sensible al drama humano, a la memoria colectiva y a los pequeños gestos que configuran una vida.

Splendor – El último aplauso a la magia

Splendor (1989) es una despedida triste pero digna al cine como experiencia colectiva, como rito social y emocional. Ettore Scola convierte una sala de proyección en ruinas en un espacio casi sagrado, donde se cruzan la memoria, el deseo y la resistencia al olvido. El protagonista, un hombre que vive del y para el cine, ve cómo la gente deja de asistir, cómo los grandes momentos proyectados en la pantalla ya no conmueven a las nuevas generaciones. Pero no es solo una elegía por las películas, sino también por el amor, la pasión y los sueños que una vez fueron posibles entre esas butacas oscuras. Scola juega con flashbacks y con escenas de clásicos del cine, hilando un relato de profunda nostalgia. El Splendor, nombre de la sala, es también símbolo de un brillo que se apaga lentamente. Es una reflexión sobre el tiempo que pasa y las cosas que pierden valor en una sociedad que ya no mira hacia atrás. La película es a la vez un canto de cisne y una declaración de principios: el cine puede morir como industria, pero no como emoción. ver film

Le Bal – Cuando el cuerpo recuerda

Le Bal (1983) es una obra maestra del cine sin palabras, donde la historia se cuenta exclusivamente a través de gestos, música y coreografías. En el escenario único de un salón de baile, Scola narra cincuenta años de historia francesa —desde los años treinta hasta los ochenta— sin recurrir a diálogos. El salón es testigo mudo del paso del tiempo, de la guerra, del cambio de modas, de las ilusiones y desengaños de varias generaciones. Cada baile, cada mirada, cada cambio de iluminación señala una transformación en la sociedad. La Segunda Guerra Mundial irrumpe con una brutalidad casi sin anunciarse, y los años posteriores muestran la reconstrucción, los nuevos valores, las nuevas decepciones. La cámara flota con elegancia entre los cuerpos, creando una coreografía emocional que reemplaza a cualquier guion. Scola logra así una película profundamente política sin necesidad de proclamas. El salón de baile es una metáfora del mundo: los códigos cambian, pero los deseos y las frustraciones humanas siguen repitiéndose. Le Bal es un poema visual, una sinfonía muda sobre el paso del tiempo y la memoria compartida. ver film

Una jornada particular – El amor en voz baja

Ambientada en 1938, durante la visita de Hitler a Mussolini en Roma, Una jornada particular (1977) elige contar no lo espectacular del evento, sino lo invisible: lo que sucede en la intimidad, en los márgenes. En un edificio casi vacío, Antonietta (Sophia Loren), ama de casa obediente, conoce a Gabriele (Marcello Mastroianni), un locutor de radio despedido por ser homosexual. A lo largo de unas pocas horas, nace entre ellos una conexión sutil, un espacio de verdad en medio de una sociedad que censura y oprime. Scola opta por una puesta en escena contenida, con colores apagados y un ritmo pausado que acentúa la claustrofobia del régimen. Pero en ese encierro, los personajes encuentran una pequeña libertad: la de mirarse, escucharse, reconocerse como personas más allá de los roles impuestos. La película es un canto a la empatía en tiempos de odio, una historia de resistencia silenciosa. El fascismo queda al fondo, como un ruido constante que amenaza, mientras que en primer plano florece una ternura inesperada. Es una jornada particular, sí, pero también universal: todos tenemos días que nos cambian para siempre. ver film

Feos, sucios y malos – La grotesca dignidad de la miseria

Feos, sucios y malos (1976) es probablemente una de las obras más incómodas de Scola. Situada en una villa miseria de Roma, muestra una familia numerosa y brutalmente disfuncional, liderada por un patriarca avaro y despiadado. La pobreza aquí no está idealizada ni tratada con condescendencia: es sucia, violenta, corrupta. Pero también está atravesada por una energía vital, por un humor corrosivo que expone las miserias humanas con crudeza. Scola rompe con el neorrealismo clásico y construye una sátira grotesca, casi carnavalesca, donde los personajes no son víctimas pasivas sino seres contradictorios, movidos por el egoísmo y la necesidad. La película incomoda porque no ofrece salidas morales fáciles: no hay buenos ni redención, solo una lucha constante por la supervivencia. Con una estética recargada, encuadres asfixiantes y una dirección actoral que roza la caricatura, Scola denuncia sin señalar. En su exageración está su fuerza: nos obliga a reírnos de lo terrible y luego a cuestionarnos por qué lo hicimos. Es un retrato social ácido y valiente, que sigue vigente en cualquier rincón donde la marginalidad y la desigualdad sean parte del paisaje cotidiano. ver film

LA HISTORIA DEL ASQUEROSO COLEMAN SWEENEY

Se trata de Coleman Sweeney, un sujeto despreciable que lleva un estilo de vida antisocial, pero cuya historia tiene un desenlace inesperado. La organización estadounidense Donate Life ha presentado un emotivo cortometraje destinado a fomentar la donación de órganos. La estrategia detrás de la campaña de Donate Life es motivar a la sociedad estadounidense, en especial a la generación del milenio, a inscribirse como donantes de órganos. Según la organización, en los últimos años ha caído significativamente la cifra de donantes, mientras en la actualidad solo en EE.UU. 120.000 hombres, mujeres y niños están en espera de la donación de un órgano.

4 Películas al azar

1978 DARYL DUKE Visitas 412 Sinopsis: Unos días antes de Navidad, un ladrón disfrazado de Santa Claus ve frustrado su asalto a un banco por la atención que le presta un niño. Un cajero, para quien no pasa desapercibida su extraña actitud, le prepara una curiosa bienvenida.

THE SILENT PARTNER

2016 AISLING WALSH

MAUDIE

1966 MIKE NICHOLS Visitas 269 Sinopsis: Una pareja amarga y envejecida, con la ayuda del alcohol, usa a una pareja joven para alimentar la angustia y el dolor emocional entre ellos.

WHO'S AFRAID OF VIRGINIA WOOLF?

1962 VINCENTE MINNELLI

THE FOUR HORSEMEN OF THE APOCALYPSE

883 PELÍCULAS ON LINE

2002

PHILLIP NOYCE

RABBIT-PROOF FENCE

( GENERACIÓN ROBADA )

Australia - Drama - DD.HH - Racismo - 1h 34min

En los años treinta del siglo XX en Australia, el responsable de los asuntos indígenas era el que determinaba que se hacía con los hijos mestizos. En general los niños se los quitaban a sus familias y los reformaban para entregar a familias blancas y susbsumirlos en la cultura hegemónica. Esta historia es real sobre el caso de unas niñas raptadas que para volver a sus casas debían de recorrer 1.500 millas a través de árido paisaje australiano siguiendo la cerca que atravesaba el país conocida como cerca a prueba de conejos.

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